viernes, 18 de septiembre de 2015

Digo que yo no soy un hombre puro

Yo no voy a decirte que soy un hombre puro. 
Entre otras cosas, falta saber si es que lo puro existe.
O si es, pongamos, necesario.
O posible.
O si sabe bien.
¿Acaso has tú probado el agua químicamente pura,
el agua de laboratorio,
sin un grano de tierra o de estiércol,
sin el pequeño excremento de un pájaro,
el agua hecha no más de oxígeno e hidrógeno?
¡Puah!, qué porquería.
Yo no te digo pues que soy un hombre puro,
yo no te digo eso, sino todo lo contrario.
Que amo (a las mujeres, naturalmente,
pues mi amor puede decir su nombre),
y me gusta comer carne de puerco con papas,
y garbanzos y chorizos, y
huevos, pollos, carneros, pavos,
pescados y mariscos,
y bebo ron y cerveza y aguardiente y vino,
y fornico (incluso con el estómago lleno).
Soy impuro ¿qué quieres que te diga?
Completamente impuro.
Sin embargo,
creo que hay muchas cosas puras en el mundo
que no son más que pura mierda.
Por ejemplo, la pureza del virgo nonagenario.
La pureza de los novios que se masturban
en vez de acostarse juntos en una posada.
La pureza de los colegios de internado, donde
abre sus flores de semen provisional
la fauna pederasta.
La pureza de los clérigos.
La pureza de los académicos.
La pureza de los gramáticos.
La pureza de los que aseguran
que hay que ser puros, puros, puros.
La pureza de los que nunca tuvieron blenorragia.
La pureza de la mujer que nunca lamió un glande.
La pureza del que nunca succionó un clítoris.
La pureza de la que nunca parió.
La pureza del que no engendró nunca.
La pureza del que se da golpes en el pecho, y
dice santo, santo, santo,
cuando es un diablo, diablo, diablo.
En fin, la pureza
de quien no llegó a ser lo suficientemente impuro
para saber qué cosa es la pureza.
Punto, fecha y firma.
Así lo dejo escrito.
Nicolás Guillén.

sábado, 5 de septiembre de 2015

A veces hay que alejarse de ciertas personas para ser feliz

Es bastante complicado sentirse bien cuando tienes a tu lado a alguien amargándote la existencia. Hay personas que nos someten emocionalmente y apenas nos damos cuenta.

En este sentido, lo cierto es que estamos tan acostumbrados a sentirnos en la obligación de aguantar a los demás y sacrificarnos que no nos permitimos mirar por nosotros y liberarnos de este tormento.
De esta manera, tenemos que conseguir alejarnos de todo aquello que mina nuestra moral, merma nuestra autoestima y bloquea nuestra capacidad de creación. Para ello, en principio tenemos que controlar el papel que desempeñan nuestras expectativas. A estas alturas ya debemos saber que esperamos tanto de los demás que somos incapaces de aceptar la realidad tal y como es.

O sea, que nos empeñamos en mantener una imagen de los demás que somos incapaces de sostener. Esto ocurre por muchos motivos, principalmente porque la gente cambia, porque con el tiempo nos muestran su verdadera  cara, porque nosotros cambiamos o porque nos damos cuenta de la realidad.

En este contexto, lo importante es poner en orden nuestras esperanzas y analizar qué es lo que nos ha conducido hasta la agonía emocional que vivimos. Sea como sea, alejarse de alguien o de algo  y tomar perspectiva es un proceso lento y, en ocasiones, doloroso.

Por eso, tenemos que armarnos de valor y comprender que todo redundará en un beneficio, a pesar de que al principio nos cueste entenderlo como tal. Cuando logramos salir de este tipo de ambientes, el cambio y el orgullo que sentimos es inmenso.

Obsequia a quien te daña con tu indiferencia

Cuando nos percatamos de que alguien nos está ahogando emocionalmente sentimos la necesidad de huir. En este sentido, hay veces que no podemos llevar a cabo una fuga física, pues la persona que nos amarga pertenece a nuestra familia o a nuestro entorno laboral, por ejemplo.
Sea no posible la huida, lo importante es alcanzar la capacidad de ignorar emocionalmente a esas personas que nos están haciendo daño. O sea, tenemos que regalarles, como compensación, nuestra ausencia.
En realidad esto no es para nada sencillo, ya que al principio genera dentro de nosotros un conflicto importante. Sin embargo, jugamos con la ventaja de conocer a nuestro “enemigo”, lo que nos ayuda a predecir sus comportamientos y actuar en consecuencia.
Esto es útil para gestionar los primeros momentos a la hora de trabajar nuestra indiferencia… Mientras tanto debemos conseguir querernos y reafirmarnos, ayudando a nuestras emociones a protegerse de los intercambios tóxicos. En definitiva, que debemos aspirar a ignorar ciertas actitudes dañinas como las siguientes:

1. Las críticas. Solo nosotros podemos darle validez a las opiniones de los demás. Hay gente que se pasa la vida opinando de manera infundada y sin ningún criterio sobre nuestras decisiones y nuestra vida. Sabiendo esto, párate a pensar si lo que esa persona a dicho te aporta algo positivo o no.
2. El egoísmo. Vivimos en un mundo en el que, tristemente, los intereses y los egoísmos  desempeñan un papel más que relevante. De hecho, nos han enseñado a ser individualistas en exceso, por lo que no es de extrañar que nos encontremos siendo marionetas de las pretensiones de los demás.
3. El autoensalzamiento y el menosprecio. Hay personas verdaderamente capaces de frustrar a los demás haciéndoles sentir menos capaces y mermando su autoestima. Así, podemos encontrarnos con alguien que ensalza su exclusividad o pretende hacernos creer que nosotros nunca conseguiremos algo. Ten muy claro que la potestad sobre tus logros la tienes tú, no los demás.
 
Piensa que no tiene mucho sentido seguir aguantando que alguien te bombardee con mensajes negativos, no te machaques mas de lo inevitable y date cuenta que no todo el mundo tiene siempre buenas intenciones. Recuerda que la vida es demasiado corta como para respirar angustiado.

Nadie tiene derecho a pensar y decidir por ti. Esa es gente tóxica y negativa. Una cosa es ayudarte y otra anularte.

Adaptado de: http://rincondeltibet.com/